lunes, 8 de febrero de 2010

La curiosidad

A veces despreciamos, es decir, no prestamos atención, a cosas que desconocemos  o que no nos llaman la atención y las dejamos pasar porque creemos que no nos interesan. No sentimos curiosidad. Dejamos que nos atraviesen creyendo que no van a dejar rastro. Pero pasa el tiempo y llega un día en que, por alguna razón, aquello vuelve a aparecer en nuestra vida y, ya sea porque hemos cambiado, ya sea por la experiencia que hemos adquirido, en aquellos momentos sí nos interesa y recordamos con nostalgia y rabia el rápido y esquivo vistazo que le echamos cuando lo tuvimos al alcance de la mano y lo apartamos. ¡Qué tonta fui!, pienso yo. Hay que tener curiosidad por todo.   No podemos ser tan orgullosos, tan pedantes, tan tontos como para creer que algún conocimiento nos es innecesario. Lo afirmo por experiencia propia. Curiosidad, curiosidad, curiosidad. Incluso para lo que no nos atrae. Hagamos un pequeño esfuerzo para no tener que arrepentirnos de no haber leído o escuchado con atención aquello que no parecía importante.
(Me ha quedado un texto un poco moralizante y tontorrón, ¿no? Pero acabo de ser presa de esa sensación de "¡Qué tonta fui!" y necesitaba expresarlo.)

No hay comentarios: