viernes, 20 de noviembre de 2009

Animalejos y papeles

A las ratas de biblioteca les gusta el papel. A mí también me gusta el papel. ¿Soy por ello una rata de biblioteca? En cierto sentido sí. A ellas les llena el estómago y a mí la mente. Y a ambas nos produce placer. ¡Y qué maravilla leer un texto mordisqueado por alguna rata! Eso le confiere vida al papel. Se convierte en algo vivo, deja de ser estático. Aunque la rata se haya comido alguna letra que me obliga a adivinar alguna palabra. Y si falta media página... bueno, ya no se puede adivinar pero sí gozar imaginando el festín de la rata y tratando de calcular cuánto tiempo ha transcurrido desde que lo hizo. Y si fue una sola. Y si se la comieron varias en diferentes épocas. En cuántos rincones oscuros habrá estado ese papel... Siempre queda algún contenido que, aunque incompleto, y tal vez incomprensible, sea una auténtica joya. Una joya viva gracias a las muescas que los dientecillos de la rata dejaron.

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