jueves, 9 de septiembre de 2010

Tuve un sueño

Tuve un sueño, dormida o en duermevela, en el que oí la voz de mi abuela paterna, que murió cuando yo sólo tenía dos años, y vi su rostro, conocido por múltiples fotografías.
Su mal genio era conocido por todos -familia, vecinos, lugareños...- y en esta especie de sueño/estado alfa me espetaba con enojo, con una ira cargada de cariño, algo así como ¿no te da vergüenza llevar aquí dos meses y no haber ido a visitarnos ningún día al cementerio?
Glups.
Si me hubiera conocido de mayor sabría que no soy amante de los cementerios ni de visitar tumbas, a no ser que tengan alguna importancia histórica. Mis muertos amados, mis amados muertos, no están en ninguna tumba. Están haciendo su camino en otra dimensión y conmigo cuando hace falta.
A lo que iba.
Aquella especie de sueño produjo un gran efecto en mí. Lo percibí tan real que no pude por menos que levantarme de la cama y disponerme a ir al cementerio. He de decir que ya era hora de levantarse, pero me di prisa porque sentía como si un imán me atrajera hacia el cementerio, situado en las afueras del pueblo. Por el camino, un trayecto de unos quince minutos, fui recogiendo plantas y flores silvestres para no llegar allí con las manos vacías. Como si fuera de visita y me viera obligada a llevar algún obsequio. En el estado de flotación mental en que me encontraba percibí que a mi abuela le gustaría.
Entré en el pequeño cementerio, no sin cierto recelo, y con paso decidido y sin mirar a los lados me dirigí hacia donde se encuentran los restos de varios antepasados míos.  Una vez allí me quedé de pie como pasmada, dejé el material silvestre en el suelo porque no había donde ponerlo, y me quedé unos minutos quieta sin pensar en nada. ¿Creeréis que sentí una paz que hacía tiempo que no sentía? ¿Creeréis que sentí el amor de mis abuelos, que murieron siendo yo muy pequeña y de los que no guardo ningún recuerdo consciente?

Salí del cementerio con el mismo paso decidido y sin mirar a los lados que cuando había entrado. Pero algo había cambiado en mí.
Ahora voy cada semana allí a disfrutar de unos minutos de paz y de amor.
Todo esto porque tuve un sueño... ¿o tal vez no fue un sueño?

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