miércoles, 26 de enero de 2011

Días de vino e ira

Hay días en que uno desearía no haberse despertado. Días en que todo parece confabularse para ir en tu contra. Todo va mal, desde lo más insignificante hasta lo más trascendente de tu vida. Y sientes esa impotencia, esa frustración ante lo inevitable que te hace hervir la sangre. Son días en que entiendes que haya asesinos, incluso de niños, aunque tú conozcas el límite y sepas controlarte. Entiendes que haya accidentes. Que haya divorcios. Que haya peleas callejeras. Días de vino e ira, los llamo yo.
¿Cómo se llega a ellos? Supongo que a base de pequeños contratiempos que no nos paramos a considerar y que, sumados, un buen día hacen rebosar el vaso. Y ese día no es que todo vaya en tu contra: es que tú vas en contra de todo. No sabes por qué y de pronto lo que ayer era un ruido sin importancia hoy es un estruendo. Lo que ayer era un simple retraso de unos minutos hoy es una larga espera. Lo que ayer te hacía reír hoy te hace llorar.
No podemos controlar los acontecimientos, pero sí nuestros sentimientos y nuestros actos. ¿Por qué no intentamos cambiar el chip para que esos pequeños contratiempos no se conviertan en días de vino e ira?