domingo, 28 de febrero de 2010

Terremoto de Chile y destino

Esta mañana, al entrar en el quiosco librería donde suelo comprar el periódico, había una chica de unos treintaytantos años acercándose al mostrador, donde había un periódico abierto, y alejándose de él. Como quien pasea mientras espera. Emilio, el amable quiosquero peruano con el que mantengo largas (o breves, según el trabajo que haya) conversaciones sobre historia, política o lo que se tercie, me ha preguntado si sabía dónde estaba la calle Casp. Le he contestado, ha mirado en la guía, me ha comentado que allí se encontraba el Consulado de Chile y la chica se ha acercado a nosotros. Me ha mirado y   ha dicho con voz leve: «Es que soy chilena. Llegué ayer. Y hoy veo esto -señalando el periódico- que sucedió mientras yo volaba hacia aquí. No sé nada de mi familia».
Sus ojos mostraban la inexpresividad que causan la perplejidad, el anonadamiento y el dolor intensos.  Sin duda en su subconsciente flotaba la idea: "Si yo no hubiera estado en ese avión...".
No puedo quitarme esa escena de la cabeza. Aquellos ojos. Aquella aparente serenidad. Aquella angustia contenida que rezumaba de todo su cuerpo. Todavía se me pone la piel de gallina al recordarla.

jueves, 25 de febrero de 2010

¡¡¡Grrrrrr!!!

Esta rata de biblioteca está furiosa. Esta mañana ha tenido que tratar con un director de banco. ¡Horreur!
No sé a quién temo/odio más, si a los directores de banco, a los funcionarios de correos o a los albañiles que vienen a casa a efectuar alguna reparación. Curiosas especies las tres, con todos mis respetos. Podría llenar un libro de anécdotas sobre ellas.  Todo llegará.
Con los primeros, en general, o eres un ladrón millonario en deudas o vas con la ametralladora preparada y disparas para que te hagan caso. Lo que más me enardece/encoleriza es que tengan el despacho lleno de títulos de famosas escuelas de administración de empresas y de másters en mil y una cosas y cuando un cliente se queja de un mal servicio no sepan salirse del apuro más que escudándose en el infantil "no es culpa mía" o en la ignorancia del cliente (esto último ya es para abofetearles directamente). Y que no sepan aguantar un chaparrón con estoicismo y elegancia, como correspondería al puesto que ocupan, y dar la vuelta al asunto para calmar al cliente en lugar de echar más leña al fuego. Me desesperan. Y cuanto más inepto veo al sujeto en cuestión en este aspecto, más adrenalina segrega mi sabio cuerpo. Y me crezco. Y me ensaño. Y me comporto como no debería comportarse una "señora" de mi edad y condición socio-económica-cultural.
La verdad es que en el fondo me divierte mucho ver a la otra persona chapoteando para no ahogarse en mi mar de insultos más o menos encubiertos. Si es alguien con experiencia, ya se le ha formado una coraza que le protege de estas situaciones. Pero si es un novato y encima sensible... la situación puede ser muy dramática o divertida. Depende de mi capacidad en aquel momento de ver hasta dónde puedo llegar y cuándo debo poner fin a mi bronca/diversión.
No voy a entrar en detalles, pero para eso tengo mi blog: para desahogarme. No es bueno quedarse la ira dentro.
Protegéos del diablo y de los banqueros, amigos míos. ¡Vade retro, satanás!

domingo, 21 de febrero de 2010

Els teus ulls

Veig els teus ulls
injectats en sang,
ben oberts com sempre,
però fixos,
clavats,
inerts,
desconcertats,
i se'm fa estrany
veure'ls així,
perquè
sempre es bellugaven,
inquiets,
vius,
curiosos,
cercant-ho tot,
lo visible
i lo invisible,
per tal d’entendre,
de saber.
I ara no hi veuen
i no saben,
 no entenen
què es
el que està passant.
I a mi,
se'm fa estrany
veure't així: mort.



(31 maig 2003)

viernes, 19 de febrero de 2010

Realidad y metáfora de la vida al mismo tiempo

Una ola empieza a formarse a miles de kilómetros de la costa. Avanza a trompicones y por fin rompe en la playa. El niño que ha construido un castillo en la arena ve con desconcierto cómo la ola lo deshace y se lo lleva.

lunes, 15 de febrero de 2010

Mis amados muertos, mis muertos amados

Por error mi última entrada ha aparecido en Alasmil. Se titula: Mis amados muertos, mis muertos amados.

lunes, 8 de febrero de 2010

La curiosidad

A veces despreciamos, es decir, no prestamos atención, a cosas que desconocemos  o que no nos llaman la atención y las dejamos pasar porque creemos que no nos interesan. No sentimos curiosidad. Dejamos que nos atraviesen creyendo que no van a dejar rastro. Pero pasa el tiempo y llega un día en que, por alguna razón, aquello vuelve a aparecer en nuestra vida y, ya sea porque hemos cambiado, ya sea por la experiencia que hemos adquirido, en aquellos momentos sí nos interesa y recordamos con nostalgia y rabia el rápido y esquivo vistazo que le echamos cuando lo tuvimos al alcance de la mano y lo apartamos. ¡Qué tonta fui!, pienso yo. Hay que tener curiosidad por todo.   No podemos ser tan orgullosos, tan pedantes, tan tontos como para creer que algún conocimiento nos es innecesario. Lo afirmo por experiencia propia. Curiosidad, curiosidad, curiosidad. Incluso para lo que no nos atrae. Hagamos un pequeño esfuerzo para no tener que arrepentirnos de no haber leído o escuchado con atención aquello que no parecía importante.
(Me ha quedado un texto un poco moralizante y tontorrón, ¿no? Pero acabo de ser presa de esa sensación de "¡Qué tonta fui!" y necesitaba expresarlo.)

miércoles, 3 de febrero de 2010

Despedida

Pasaste por mi vida como un soplo de aire que me hizo renacer. Pero a diferencia de Ícaro tus alas se deshicieron para siempre. Demasiado pronto.  Apenas estábamos renaciendo. Los dos. Juntos. Tu paso por mi vida fue fugaz, efímero. Con el tiempo ese paso se va desvaneciendo.  Hago todo lo posible para que se desvanezca, para que desaparezca. Recordarlo todavía duele. Tal vez porque no tuvimos tiempo de construir nada juntos, de cumplir ninguno de nuestros sueños. Pero la impronta que dejó en mí, ahí está, en mis células, y no me abandonará jamás. Y tu despedida en el umbral de la muerte a más de mil de kilómetros de distancia sólo tú y yo la podemos comprender. Lo demás no importa.